Cuando los niños crecen, antes de ser adultos han de ser adolescentes. Su actitud y conductas cambian, dejando de ser tan infantiles pero aún así no pensando igual que los adultos. Por ello puede ser un tanto complejo definir qué y cómo es ser adolescente, pero hay ciertas características muy comunes entre esta población y hoy hablaré de ellas. A continuación, veamos qué podemos esperar cuando tratamos con un hijo o alumno adolescente y cómo sacar el máximo provecho de ello.
Se arriesgan más
En el presente texto veremos como los adolescentes tienden en general a correr más riesgos, poseen menos autocontrol, duermen más horas, tienen más dificultades en su gestión emocional y se ven más afectados por la presión social. Hablemos primero de esta tendencia a arriesgarse más, característica que puede hacer que parezcan más impulsivos o menos inteligentes, aunque la realidad es mucho más compleja.
En diversos estudios se ha demostrado que cuando no se conocen las probabilidades de éxito los adolescentes son más proclives a arriesgarse que un adulto. Aquí lo importante no es solo esa conducta distinta sino también el motivo tras ella, la ambigüedad. Y es que este "valor adolescente", por llamarlo de alguna manera, no tiene que ver con falta de raciocinio, delirios de grandeza o dificultades para calcular las probabilidades, siendo el motivo de origen neurológico.
Hemos de tener en cuenta que los adolescentes no son adultos, e igual que su físico aún está en desarrollo, también lo está su sistema nervioso. El área prefrontal del córtex cerebral, en su caso, no ha alcanzado su máximo esplendor, y siendo esta zona del cerebro la que se ocupa de controlar nuestras conductas y reflexiones, es normal que su forma de tomar decisiones sea distinta a la de un adulto.
Aunque nuestro primer pensamiento sea lamentarnos ante esta forma de ser de los jóvenes y no veamos otra opción que esperar a que lleguen a la mayoría de edad, lo cierto es que debemos pensar que esta es una oportunidad única en sus vidas. Toda característica humana y también las que se dan en nuestro desarrollo tienen una razón evolutiva de ser y este patrón de pensamiento no podía ser la excepción. Una persona que toma riesgos aprende más rápido las consecuencias de cada uno de sus actos, las relaciones naturales entre elementos y la forma de funcionar del mundo.
Por tanto resulta muy interesante aprovechar esta circunstancia en el ámbito académico, dejándolos arriesgarse y tomar sus propias decisiones, animándoles a ello pues antes habremos hecho de la clase un entorno seguro para ello, de modo que en ella puedan asumir retos que los pongan a prueba y les hagan cuestionarse la materia de estudio. Se trata de fomentar su propia curiosidad dejando que exploren su entorno, un entorno que previamente hemos delimitado para que no corra ningún riesgo su integridad física ni moral.
Sobre esto último, hay que tener en cuenta que uno de los mayores lastres en el progreso individual y social es el miedo al fracaso, pues supone la pérdida de tiempo y recursos en una causa perdida. Sin embargo, si dejamos claro al alumnado que en clase los errores no les restarán nota sino que servirán para que el grupo mejore y aprenda, la actitud de la clase puede cambiar radicalmente.
Les faltan horas de sueño
Numerosos estudios indican que los adolescentes tienden a necesitar más horas de sueño que los adultos, y aunque esta cantidad varia mucho entre individuos no es sorprendente que los hábitos para dormir cambien mucho desde la infancia hasta la juventud y luego la adultez.
Esta variación es producida por la hormona melatonina, la cual se genera en mayor cantidad conforme se va acercan la hora de dormir, pero esta aparición se retrasa más en el cerebro adolescente y es por esto que no se encuentran cansados hasta mucho más tarde. Ahora ya sabemos cómo es que los jóvenes aguantan toda la noche en vela, pero ¿no es cierto que luego no logran despertarse al llegar la mañana? Esto también es cierto y es en gran parte debido a que hemos estructurado nuestra sociedad entorno a los horarios, por lo que tanto si hemos dormido como si no debemos levantarnos a cierta hora, pero la realidad es que a muchos adolescentes les convendría tener un horario propio, un día de al menos 27 horas en lugar de 24.
Una vez más, nos encontramos ante una característica aparentemente negativa y ante la que no cabe más que resignarse. No obstante, precisamente por la importancia que tiene dormir lo suficiente debemos recalcarla a nuestros jóvenes, explicarles los efectos de un buen sueño en nuestro cuerpo y mente, ayudarles en la medida en que podamos, dándoles consejos sobre relajación y recomendando hábitos que favorezcan el descanso, indicando que actividades nos activan más y cuales nos relajan antes de la hora de acostarse.
Acerca de la dificultad para interpretar las emociones
Una vez más, debido a que el córtex prefrontal se encuentra todavía en desarrollo, los adolescentes no pueden interpretar las emociones de la misma forma que lo harán cuando termine su crecimiento. En esta ocasión nuestro sistema nervioso delega funciones en el sistema límbico, que funciona de una forma más instintiva y menos racional, por lo que comete más errores en tareas socialmente complejas como esta y además puede reaccionar más intensamente de lo que debería.
Esta característica, quizás la más conocida de la población adolescente, no puede ser solucionada excepto esperando a que termine el desarrollo del menor. Lo recomendable es la paciencia y tener claro que aunque a veces parezcan adultos y quieran ser tratados como tales, en realidad no lo son. Puede ser útil mientras tanto el entrenamiento en metacognición o pensamiento crítico, incluyendo aquí la inteligencia emocional, buscando con ello no solucionar problemas inmediatos sino formar al adulto del futuro.
Falta de autocontrol
Otra característica bien conocida es la dificultad para controlar sus impulsos, diciendo y haciendo lo que piensan sin más, al menos si los comparamos con la población adulta. Este tipo de conductas aparecen sobre todo cuando se encuentran en tensión, y tienen su origen tanto en la falta de desarrollo en la corteza cerebral como en la mayor necesidad de los jóvenes de encontrar estímulos novedosos y recompensas más inmediatas.
El autocontrol se puede entrenar, pero ya adelantamos que debido a las limitaciones neurológicas es complicado. Una buena idea es hablar con los jóvenes en cuestión acerca de que elementos les distraen y alteran, para luego buscar de forma conjunta como limitar su efecto, siempre dentro de nuestras posibilidades.
En conclusión
Todo lo dicho pretende ser una ayuda para padres y profesores pero por supuesto no se trata de una guía extensa ni de métodos infalibles. La realidad es que ser adolescente es duro, pues hablamos de una época de nuestra vida en que nos enfrentamos a algunos de los mayores retos que deberemos afrontar, tendremos que tomar decisiones que nos marcan para siempre y todo ello cuando nuestra mente aún no ha terminado de desarrollarse.
A los adolescentes se les pide que se comporten como adultos, que entiendan todos los retos y tareas que mencionábamos, pero no siempre vamos a conseguir que entiendan la importancia de estos eventos. Resulta de vital importancia que padres y profesores se impliquen e intenten ayudarles en lo que puedan, guiándoles a través de estos años difíciles para que cuando sean adultos logren sus metas y no tengan que echar la vista atrás y lamentarse de lo que hicieron o lo que no.
Fuentes:
A Social Neuroscience Perspective on Adolescent Risk-Taking
The mysterious workings of the adolescent brain
National Sleep Foundation
Sleep your way to success
The stimuli drive the response: an fMRI study of youth processing adult or child emotional face stimuli.
Inside the teenage brain
The Teenage Brain: Self Control