viernes, 27 de enero de 2017

Psicocuriosidades: Clever Hans, ¿el caballo más inteligente de la historia?

Tanto a lo largo de mi formación como en los posteriores años de trabajo, no han sido las pocas veces que algún conocido me ha comentado cosas como que podría usar mis conocimientos psicológicos para entender o adiestrar a algún animal doméstico.

Como amante de los animales, estoy dispuesto a mucho para comprender a nuestras mascotas y por supuesto también a los animales que viven en su habitad natural, pero la anterior frase me crispaba, sobre todo antaño, pues la psicología por definición es "una ciencia que trata el estudio y análisis de la conducta y los procesos mentales de los individuos y grupos humanos en distintas situaciones". Por tanto se entiende que la psicología se refiere únicamente a la conducta y mentalidad humana, que es distinta en muchos aspectos a la animal, aunque se parezca en otros tantos y buena prueba de ello tenemos en la psicología comparada.

Por otra parte, sí existe una especialidad científica centrada en el comportamiento animal, que combina conocimientos psicológicos y biológicos entre otros, llamada etología. He creído necesario hacer esta distinción antes de hablar de la curiosidad de hoy, pues involucra tanto a humanos como a un animal muy especial.

Y es hoy hablaré de cierto suceso que pasó a la historia por lo extraño del mismo. Clever Hans, Hans der Kluge en alemán originalmente, o Hans el Listo era un caballo que alcanzó la fama en la Alemania de principios del siglo XX debido a su inusual capacidad de realizar operaciones matemáticas, así como otras tareas que requerían una inteligencia mucho mayor que la del caballo promedio. Aparentemente sabía sumar, restar, multiplicar, dividir, decir la hora y usar un calendario entre otras cosas, y en los espectáculos que su entrenador,  matemático por cierto, esto parecía quedar bien patente.

Su propietario lo exhibió públicamente, mostrando sus increíbles habilidades en un espectáculo en el que al caballo se le pedía que contestará a ciertas preguntas y el animal respondía golpeando con sus patas la respuesta acertada, sistema que parecía ser la prueba de que en aquel show no había ni trampa ni cartón.

Lógicamente, los científicos tenían dudas respecto a que dicho animal fuera tan inteligente, de modo que se llegó a crear una comisión con el propósito de investigar. La comisión Hans, como se le llamó, fue dirigida por el psicólogo Carl Stumpf, quién reunió a un variopinto grupo de trece personas, entre los cuales podíamos encontrar psicólogos, filósofos, veterinarios, domadores de circo, oficiales de caballería, profesores y el director del zoológico de Berlín. La comisión realizó varios experimentos, controlando la situación para determinar si la conducta mostrada por Hans escondía algún truco. Entre otras cosas, se controló el contacto entre el entrenador y el caballo, y aquí resultó residir la clave del asunto.

La conclusión inicial fue que, el espectáculo no se trataba de ningún fraude ya que el caballo podía acertar la respuesta incluso cuando su entrenador no formulaba la pregunta. No obstante, el psicólogo y biólogo Oskar Pfungst, asistente de Stumpf, descubrió que Hans solo parecía acertar cuando su entrenador estaba presente, o al menos al alcance de su vista. Puesto que Von Osten además del entrenador de Hans era matemático, casi siempre solía conocer la respuesta a la pregunta formulada. Cuando esto sucedía así el caballo acertaba casi todas las preguntas, pero cuando Osten no sabía la respuesta el animal acertaba tan pocas veces que podría atribuirse los aciertos al azar. Un estudio detallado reveló que cuando Hans acercaba su pezuña a la respuesta correcta su entrenador cambiaba ligeramente su postura y expresión.

La comisión concluyó lo que debería haber sido una realidad obvia, que el caballo en realidad no era quien realizaba las tareas, y que lo que hacía era reaccionar ante su entrenador Wilhelm von Osten, y concretamente al lenguaje corporal de este y a las señales involuntarias que mediante él hacía. Todo hay que decirlo, debía ser un caballo bastante espabilado para reconocer dichas señales.

En recuerdo de este tipo de situaciones se llamó "Efecto Clever Hans" a cierto fenómeno que se da en experimentación y que describe cuando el investigador influye al sujeto de estudio sin proponérselo, alterando así los resultados. Esto a la larga llevó a la creación de la técnica del doble ciego, en la cual el experimentador desconoce el resultado correcto, precisamente para impedir esta influencia.

Y es que tras sus conclusiones en el caso Hans, Pfungst pensó que la capacidad para interpretar el lenguaje corporal no podía estar limitada a los caballos, por lo que ideó pruebas de laboratorio en las que humanos tenían que realizar tareas bajo condiciones similares a las del caballo, esto es, recibiendo las preguntas de parte de un examinador que conocía las respuestas.

Según concluyó, la mayoría de las veces el examinador muestra en su postura, gestos y expresión, señales involuntarias de cual es la respuesta correcta, independientemente de si dicho examinador desea exponer o reprimir dicha información. Este fenómeno ha demostrado tener un gran efecto en toda clase de situaciones de evaluación si no se controla y es por ello que a día de hoy es tenido en cuenta en todo diseño experimental, necesitándose una metología adecuada para anularlo.




Fuentes:
Wikipedia (Imágenes)

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