miércoles, 1 de junio de 2016

Trasplante de cuerpo ¿podemos?, ¿debemos?

Hoy, 1 de Junio, es el día de los de órganos y tejidos. Por ese motivo me gustaría hablar de un tema candente: el trasplante de cuerpo, también conocido como trasplante de cabeza. Este segundo término es el más usado pero en mi opinión no tiene mucho sentido, pues lo que se pretende es unir la cabeza del receptor en un cuerpo entero que ha sido donado. Si no conocíais la existencia (hipotética) de este tipo de operaciones quizás os habéis quedado con la boca abierta.

Futurama, Doctor Who y muchas otras se han planteado en sus guiones que pasaría en el futuro con aquellos cuyos cuerpos no pudieran resistir más, mientras que sus cabezas sí. Puede que ninguna acertara.
Y es que ni las series de ficción más atrevidas habían imaginado una operación de este calibre. Por supuesto aún no se ha realizado, al menos no con humanos, ya que aunque unir la cabeza a un cuerpo nuevo no es complicado, pero sí lo es unir el sistema nervioso que recordemos que no reside por entero en el cráneo humano.

A día de hoy la realidad es esta, se plantea que en breve esto será técnicamente posible y aunque sus más fervientes defensores dicen que en apenas un año sería viable, la mayoría de la comunidad científica opina si llega a conseguirse tardaremos mucho más. No obstante, al ritmo desorbitado al que avanza la ciencia, yo estoy convencido de que tarde o temprano lo veremos (quizás nosotros no, pero puede que nuestros hijos si).

Tampoco pretendo explayarme en los pormenores de la operación en sí, ya que lo que me interesa es el aspecto más moral y psicológico del asunto en cuestión. Imaginemos que sabemos a ciencia cierta que la operación es posible, que tenemos lo medios y que de alguna manera conseguimos un donante de cuerpo entero (esto último sería otro tema a plantearse, por cierto).

La última pieza de este puzle orgánico sería un receptor para el cuerpo, digamos alguien que sufre alguna enfermedad o accidente que ha dejado su cuerpo imposibilitado o bien que sufre una enfermedad terminal que se podría evitar con el trasplante. Otra posibilidad planteada serían receptores que sufran disforia de género.


Y ahora viene a donde quiero llegar. Tendemos a pensar que nuestro Yo reside en la mente, en el cerebro, pero esto no es del todo correcto. Pensemos que nuestro cerebro interacciona con un sin fin de sustancias químicas que nuestro cuerpo produce y que no serán iguales nunca entre dos individuos. Por decirlo sencillamente, nuestra forma de ser se condiciona parcialmente por nuestro cuerpo. No solo eso, sino que nuestros rasgos faciales, altura, peso y un largo etcétera también nos harán ser de una forma u otra, e incluso influye en como nos tratan los demás, cosa que a su vez nos vuelve a influir en nuestra personalidad y así se crea el efecto aquel de la pescadilla que se muerde la cola...
Imaginemos por un momento la sensación de mirarse al espejo y no reconocernos
En suma, queramos o no somos una mente unida a un cuerpo y los demás así nos ven. No me estoy posicionando ni a favor ni en contra de la operación de trasplante de cuerpo, aunque si tuviera que hacerlo probablemente estaría más a favor que en contra. Tan solo digo que antes de realizar este tipo de operaciones deberemos meditar un poco en las consecuencias para el receptor, ya no a nivel físico (le esperará una larga temporada de rehabilitación) sino a nivel psicológico. Probablemente requerirá consejo continuo de un equipo de especialistas en la materia (lógicamente, a día de hoy nadie es especialista en una materia que aún no existe), mucho apoyo emocional y compresión a raudales por parte de su familia y amigos.

Resumiendo, si algún día se realiza este tipo de operación, más nos vale preparar no sólo el material de cirujano, sino también prepararnos para atender al inevitable shock que sufrirá el paciente.

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