lunes, 9 de mayo de 2016

¿Juzgamos según las apariencias?

Es un hecho innegable que cuando dos personas se encuentran por primera vez elaboran opiniones sobre el otro, aunque ha día de hoy existen dudas al respecto de cómo exactamente elaboramos dichas opiniones. Hace unos años un estudio afirmaba que en gran parte estas primeras impresiones se creaban en base a la apariencia facial del desconocido, juzgando así si esta persona merece nuestra confianza o no. Lo que parece un inocente estudio sin mayor repercusión no lo es tanto si nos detenemos a pensar en las implicaciones de este hecho, como la influencia de dichos procesos a la hora de elegir nuestras amistades, la severidad con que juzgamos la culpabilidad de alguien o a quién votaremos en las próximas elecciones.

Los estudios que relacionan la personalidad de los sujetos con sus rasgos físicos recibe el nombre de morfopsicología, disciplina que desde hace años recibe el calificativo de pseudociencia, ya que no hay pruebas de que existe esta relación. En cambio, aquí no se habla de que exista esa relación sino de que nosotros creemos la ilusión de que existe al juzgar al resto nada más darles el primer vistazo.
La realidad es que las personas se basan en los rasgos faciales para tomar hasta las decisiones más importantes mediante un proceso que ha recibido el nombre de faceism, lo cual aunque se presume que es un comportamiento instintivo que antiguamente proporcionaba una ventaja evolutiva, a día de hoy acarrea más consecuencias negativas que positivas, convirtiéndose por tanto en un problema a superar.



Según el principal autor del estudio, Christopher Olivola, confiar tanto en la apariencia facial como lo hacemos puede tener, y tiene, consecuencias muy graves para el sistema jurídico y financiero, por no hablar de las implicaciones en nuestra esfera social. Por poner un ejemplo, votaremos con más facilidad a un político cuyos rasgos nos parezcan sinceros que no a uno cuyos rasgos nos parezcan lo contrario. Aunque para estas decisiones entran en juego otros muchos factores, el hecho es que tenemos en cuenta estos rasgos aún sin darnos cuenta y a pesar de que no existe una relación real entre ellos y la forma de ser del individuo. Como dicen los autores, esto debería preocuparnos ya que las caras no pueden en realidad predecir a ningún nivel los rasgos psicológicos de una persona.

Por suerte, parece ser que una vez superada la primera impresión, si se nos da la oportunidad de conocer bien a esa persona se puede mitigar esta tendencia, aunque muchas veces es difícil que se pueda producir esta situación e incluso puede no darse si juzgamos que no queremos tener contacto con dicho individuo. Esto se aplica a todos los contextos, de modo que siguiendo con el anterior ejemplo, los votantes que estén más informados acerca de los candidatos serán menos propensos a tomar decisiones basándose en el aspecto de estos.

La conclusión de los autores es pues, que sabiendo esto debemos tenerlo en cuenta e intentar ser lo más racionales posible y basarnos en los hechos a la hora de tomar decisiones importantes que se basen en la valoración de otras personas.

Fuente: http://www.cell.com/trends/cognitive-sciences/abstract/S1364-6613(14)00209-5

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