viernes, 28 de julio de 2017

¿Son realmente efectivas la terapias con animales?

Cada vez es más habitual oír hablar de las terapias con animales o animales terapéuticos. He llegado a escuchar desde cachorros para calmar a los afectados por una catástrofe hasta caballos que de algún modo se supone que ayudan a tratar la adicción al sexo, pero ¿dónde está el límite?

Esta moda, que cada día parece extenderse más, se basa en la creencia de que la interacción con animales puede reducir el estrés. Diversos profesionales se muestran de acuerdo con esta afirmación pero lo cierto es que no hay suficiente evidencia científica para apoyarla. Una revisión de la literatura al respecto realizada por la doctora Molly Crossman encontró que este tipo de terapias a veces logran efectos positivos a corto plazo, otras veces no tenían ningún efecto e incluso en ocasiones aumentaban el nivel de estrés en el paciente. Teniendo en cuenta todos los datos disponibles, Crossman concluía que este tipo de terapias parece ser beneficiosa, aunque en realidad tienen un efecto moderado, no quedando claro si este beneficio se debe a los animales en sí o a otro elemento común entre estos tratamientos.


Según comenta James Serpell, director del Centro para la Interacción entre Animales y la Sociedad de la Universidad de Pensilvania, "Se trata de intervenciones puestas de moda por las convicciones personales de sus practicantes, quienes han visto a sus pacientes en salud mental mejorar tras trabajar con o adoptar animales, pero la investigación al respecto aún está poco avanzada respecto a lo que sería necesario para poder apoyar y promover su uso. En otras palabras, los éxitos anecdóticos no son suficientes."

Evidencias... ¿suficientes?

En realidad, usar animales como ayuda terapéutica no es algo nuevo. Ya durante el siglo XVII se usaban perros con este fin en Inglaterra, mientras que Sigmund Freud a menudo incluía alguno de sus canes en sus sesiones de psicoanálisis. Aun así este tipo de prácticas no empezaron a ser investigadas hasta que el especialista en psicología infantil Boris Levinson escribió al respecto de los efectos positivos que su perro Jingles tenía en sus pacientes, allá por los años sesenta.

A pesar de ello, la evidencia que podemos recopilar a día de hoy, tal y como señalan Crossman y otros especialistas que realizaron revisiones similares antes, es limitada. Decimos esto porque la mayoría de estudios que analizan este tema lo hacen mediante grupos de sujetos pequeños y un número alarmante no tenía en cuenta ni intentaba controlar el resto de posibles variables que pudieran estar afectando al estrés de esos sujetos, como la interacción con el entrenador o propietario del animal, por dar uno de muchos ejemplos. Además, los estudios parecen tender a generalizar los efectos beneficiosos a todo tipo de animales, cuando en realidad un estudio en condiciones debería tener en cuenta que si un tipo de perro produce un efecto, no necesariamente todos los perros lograrán lo mismo y mucho menos animales de otras especies, aun cuando estas sean similares como pudiera ser el caso de un lobo.

Además, como suele pasar con estos temas, los medios de comunicación informativos tergiversan la verdad para lograr un titular que capte el interés del lector, espectador u oyente. Por ejemplo Hal Herzog, psicólogo por la Universidad de Carolina Oeste, ha estudiado ampliamente las interacciones entre humanos y animales y nos recuerda que hace dos años se publicó un estudio que según los noticiarios estadounidenses, indicaba que "Un cachorro beneficia a los niños al reducir su ansiedad", cuando la realidad es que dicho estudio no concluía tal cosa, sino que los niños propietarios de perros presentaban menos ansiedad base que los que no lo eran, pero aclaraban que el estudio no podía esclarecersi era por la presencia de los animales o por un factor relacionado a tener una mascota pero externo al perro en sí, por lo que se requería más investigación al respecto.


Falacias de evidencia incompleta
Lamentablemente, son resultados como los anteriores los únicos por ahora que apoyan a las terapias con animales, pero como dijimos antes no son suficientes debido a que se basan en un falacia de evidencia incompleta, es decir, que tienen en cuenta solo las pruebas que corroboran la hipótesis pero ignora las que podrían hacerles dudar de ella.

Muchos estudios empiezan con frases como 'Es una realidad científicamente confirmada que poseer una mascota tiene beneficios para la salud' pero en realidad existen estudios que apoyan estas ideas y muchos otros que no lo hacen.

Entonces, ¿por qué este empeño en creer que los animales pueden ayudarnos a mejorar? Alan Beck, director del Centro para la Conexión entre Humanos y Animales en la Universidad de Purdue, considera que se debe a la llamada hipótesis de la biofilia, que nos dice que los seres humanos han evolucionado con un instinto de afiliación a la naturaleza y al resto de seres vivos.

Debido a ello nuestra historia como especie está marcada por nuestras alianzas con otros seres vivos, como cuando empezados a domesticar perros o a cuidar de los gatos. La teoría implica que una mayoría tendemos a interpretar como beneficiosa la presencia en las cercanías de animales que consideramos no peligrosos, por lo que asumimos con facilidad que pueden beneficiar a quienes sufren de depresión o estrés, pues la presencia del animal es asociada con sensaciones agradables. No obstante, recordemos que la investigación aún no puede asegurar que estos efectos sean reales, si bien es cierto que en general parecen no causar ningún mal.

Por todo lo dicho, considero que los terapeutas deberían ser responsables y saber que este tipo de terapias no están realmente validadas de forma científica, al no poseer estudios sólidos que las respalden. Se intuye que benefician al paciente y por tanto no se puede desaconsejar su uso, pero sería peligroso usarlas como herramienta principal de un tratamiento de salud mental.

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