En primer lugar, debemos tener claro que nuestros pacientes no siempre se van a mostrar tan colaboradores como quisiéramos. A veces vendrán poco convencidos porque su familia o pareja les han empujado a ello. También es habitual que los pacientes cancelen citas por motivos aparentemente banales, o que quieran resultados rápido (y las terapias de cualquier tipo requieren de varias sesiones para funcionar).
Por todo ello, un buen psicoterapeuta va a necesitar ser paciente ante estas situaciones. Ánimo, usa alguna técnica para relajarte cuando pasen estas cosas, seguro que conoces ya unas cuantas.
Y ya que mencionamos lo de las muchas sesiones necesarias, además ya os podéis hacer a la idea de que son largas. Quizás al paciente se le hagan cortas, pero el terapeuta está trabajando, y puede estar cansado, preocupado por otros temas, pensando en el paciente anterior...
Sin embargo, aunque todos somos humanos, no debemos dejar que esto afecte a nuestra trabajo, Debemos mostrarnos receptivos a lo que nos están contando, indicando nuestro interés. No obstante, no vale sólo con asentir cada pocos segundos, ya que además debemos preguntar a nuestro interlocutor cuando tengamos dudas, para clarificar puntos, etc. La idea es que es el paciente se pueda expresar y nos cuente como se siente, pero debemos escuchar activamente.
Por supuesto, esto me lleva a la siguiente característica que necesitará el buen psicoterapeuta: capacidad de concentración. Y es que no se trata sólo de escuchar, preguntar y al terminar elaborar un diagnóstico, así nunca acabaríamos pues siempre necesitaríamos más datos para resolver nuevas dudas. En cambio, si estamos totalmente centrados en lo que nos cuentan, nuestra preguntas e intervenciones durante la conversación irán encaminadas a resolver el problema y entender la situación del paciente.
Además, todo esto resultaría inútil si no tuviéramos la capacidad de empatizar con la situación de nuestro interlocutor. Saber como se siente en su situación nos ayudará a tratarlo de la manera más adecuada, tanto a nivel personal como profesional. A este respecto, es necesario saber comunicarnos eficientemente, para transmitir lo que pretendemos y que no hayan equívocos entre nosotros y el paciente.
Tal vez, la parte más difícil sea la de tener que dejar apartados los pensamientos propios, aparcarlos para más tarde. Por mucho que tengamos asuntos personales que nos preocupen mucho y que no podamos olvidar ni un segundo, no tenemos más remedio que hacerlo y centrarnos en el paciente. Sólo cuando acabemos la sesión podremos dejar de ser terapeuta para volver a ser nosotros mismos. En todo caso, si nos ocurre algo tan importante que no nos vemos capacitados para ejercer ese día, lo mejor será aplazar la sesión para poder realizarla correctamente.
Otro punto a tener en cuenta es la sinceridad con el paciente. No podemos prometer cosas que sabemos que no podemos conseguir, ni decir que necesitamos menos ni más sesiones que las que en realidad hacen falta. Un terapeuta que miente a su cliente, ofreciéndole cosas que no puede conseguir, o alargando la terapia más de lo necesario, no es un terapeuta, sino un charlatán.
Por tanto también debemos ser conscientes de lo que podemos hacer y lo que no. Si acude a nosotros un paciente con un caso cuya problemática pertenece a una especialidad que no es la nuestra, lo más conveniente será derivarlo a algún compañero que si que esté capacitado para ello. No obstante, es interesante estar ampliando continuamente nuestra formación, ya sea para abarcar varios campos o para llegar a ser lo más eficientes posibles en uno de nuestra elección.
Y no puedo terminar sin mencionar otras características que todo buen terapetua debería poseer, al igual que cualquier trabajador que se mueva en ámbitos parecidos:
- Organización: Llevar al día la agenda, que no se nos pase ninguna cita, aprovechar bien el tiempo.
- Secreto profesional: Lo que sucede en la sesión, se queda en la sesión. El paciente confía en nosotros, no podemos traicionar su confianza, tal y como dice el artículo 40 de nuestro código deontológico.
- Vocación: Dicho todo lo anterior, el mejor profesional es aquel que reúne todas estas características, y ese es el que tiene vocación, pues tendrá la motivación necesaria para cuestionarse en que puede mejorar y buscará además como hacerlo.
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