Año nuevo, facebook nuevo, tarifas nuevas y sección también nueva. Ya que me llegan continuamente preguntas tanto al blog, como en las redes sociales, en la consulta e incluso de parte de amigos y conocidos, he considerado buena idea publicar las más interesantes y que puedan resultar de alguna utilidad a los asiduos del blog. Empezamos hoy con la primera:
"Ocasionalmente me vienen a la mente imágenes en que a mi o a mis seres queridos les ocurren cosas terribles. Tengo miedo de que sea un indicio de enfermedad mental, aunque me ocurre desde siempre."
Cada individuo posee unas características tanto físicas como mentales que le hacen único, incluyendo su personalidad y forma de ser. Igual que existen personas más tendentes que otras al enfado, también existen otras que se deprimen con más facilidad o que se preocupan más frecuentemente que la mayoría."Ocasionalmente me vienen a la mente imágenes en que a mi o a mis seres queridos les ocurren cosas terribles. Tengo miedo de que sea un indicio de enfermedad mental, aunque me ocurre desde siempre."
Por sí mismas ninguna de estas características es indicativa de patología o trastorno, y hay que observar no solo la forma en que se expresa esa manera de ser sino también la intensidad y frecuencia en que lo hace y cómo afecta al sujeto y a quienes le rodean.
Así por ejemplo, existen personas muy despreocupadas y otras que parece que se preocupan por todo, pero ninguna de esas dos características indican patología alguna a no ser que se den en una proporción tal que afecten al normal funcionamiento del individuo.
Por ello y dada la situación que comentábamos, habría que analizar el caso en detalle para determinar si existe realmente afectación psicológica. No obstante, y para clarificar, hay que tener en cuenta que la preocupación y los estados de alerta tienen un sentido evolutivo, esto es, una razón de ser y una función en nuestras vidas.
Un caso muy típico y que seguramente casi todos hemos vivido es cuando alguien conocido se sube y sienta en una baranda, pasamanos o similar, y a sus espaldas queda una caída más o menos grande. En estas situaciones es muy fácil que aunque racionalmente sepamos que esa persona apenas corre peligro, entremos en un estado de cierta tensión y por un instante le imaginamos cayendo al vacío.
Si lo pensamos, esta reacción tiene todo el sentido del mundo y es muy natural pues aunque seguramente esa persona no se caiga, el peligro existe. Preocuparnos ante situaciones que pueden ser peligrosas nos hace precavidos, evita que nos dejemos la puerta de casa abierta, que caminemos por en medio de la carretera, y también que dejemos que nuestros hijos pequeños vayan solos a lo hondo de la piscina.
Este instinto de supervivencia nos es innato y además se extiende a todos nuestros seres queridos, e incluso a veces a desconocidos según la situación. Por tanto, no hay que temer preocuparse de los demás, siempre y cuando este temor, como dije antes, no nos afecte demasiado ni se extienda a situaciones en las que no resultaría coherente. Por ejemplo, es lógico preocuparse cuando nuestro hijo va a subirse a la bici y por ello le pedimos que se ponga el casco, pero no sería razonable impedir que monte en la bici porque temamos que se caiga y sufra alguna lesión grave.
Dicho lo cual, si aún pensamos que en nuestro caso concreto puede que suframos de preocupación excesiva, lo mejor es buscar a un especialista para que analice el caso, nos saque de dudas y si es necesario diseñe un plan terapéutico.
No dudes en echar un vistazo a la sección "Datos de contacto" si necesitas ayuda psicológica en la zona de Xátiva o alrededores, o si estás interesado en realizar una consulta online.
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