lunes, 12 de junio de 2017

Claves para ser asertivo

Vivimos en una sociedad que nos presiona día a día para que cumplamos unos objetivos, laborales, familiares y sociales, que no siempre podemos alcanzar. Por ello es normal que algunos a veces estallemos, liberando toda esa presión contra los que nos rodean. No obstante, no siempre van a tener ellos la culpa y probablemente luego nos arrepentiremos de haber arremetido contra ellos.


Este tipo de conducta se conoce como agresiva, lo cual no indica necesariamente que se produzca una agresión física, pudiendo ser esta también verbal o emocional. Estos comportamientos nos pueden surgir en las más diversas situaciones, por ejemplo cuando alguien se nos cuela en una cola, cuando nos hacen peticiones que consideramos injustas, o cuando en general nos sentimos maltratados por los demás. Pero también es cierto que en muchas de estas ocasiones nos callamos, nos guardamos la ira y aunque a veces lo parezca esta no desaparece, sino que se va acumulando hasta que finalmente explotamos ante una provocación que en realidad era menor que las anteriores.

Y es que todos tenemos un límite, y si no gestionamos estas emociones podemos acabar deteriorando nuestra relación con quienes nos rodean. Aparentemente, cuando la presión y la ansiedad nos invaden solo tenemos esas dos opciones, explotar o callarnos y sufrir, pero en realidad hay una tercera: decir lo que pensamos.

No son pocas las personas que aceptan situaciones que les resultan desagradables hasta llegar al límite, sintiendo que se les falta demasiado al respeto o no se les tiene en cuenta. Tras esto, el resentimiento que pueden sentir trae consecuencias emocionales negativas tanto a los demás como a uno mismo. En lugar de actuar agresiva o pasivamente tenemos una alternativa, la asertividad.

¿Qué es la asertividad?


Se trata de un tipo de comunicación que busca defender los derechos y opiniones propios, manteniendo la honestidad en nuestras interacciones, sin dejarnos caer en la agresividad o la pasividad, es decir respetando tanto a los demás como a nosotros mismos. En suma se trata de decir lo que uno piensa mediante un mensaje controlado y calculado, ni demasiado furioso ni débil.


Todos podemos ser asertivos, y es algo que se puede aprender y mejorar, aunque no es fácil pues no suele ser la respuesta automática de la mayoría. No obstante, si conseguimos aprender como comunicar esos sentimientos y automatizamos esta forma de comunicación, lograremos proteger nuestra autoestima y nuestras relaciones sociales a todos los niveles. En suma, conseguiremos ser más felices ya que nuestras relaciones serán más sinceras y, aunque lógicamente esto no equivale a lograr siempre lo que queramos, sí estaremos más satisfechos en general.

Así pues, con la asertividad demostramos nuestras necesidades, manteniendo nuestra dignidad, autoconfianza y respeto, pero además hay que tener en cuenta que la psicología social nos dice que la comunicación asertiva consigue sus objetivos más frecuentemente que los demás tipos de comunicación, ya que con ella mandamos una petición legítima que pide respeto pero también lo ofrece. Mediante la asertividad podemos conseguir varias cosas:
  • Opinar o hacer peticiones, sin exigir pero sin dejarnos avasallar por los demás.
  • Expresar nuestras emociones, sobre todo las negativas, que normalmente presentan más problemas al no saber gestionarlas adecuadamente. Evitaremos herir los sentimientos ajenos o generar conflictos, manteniendo nuestro punto de vista. Además nos servirá para hacer entender a los demás nuestra forma de ver un asunto, y luego favorecer que nuestros interlocutores hagan lo propio, aumentando la eficacia de la comunicación.
  • Preguntar y cuestionar, legitimando nuestras demandas y preguntas, sin negar las posibles razones y motivos ajenos.
  • Empezar, continuar o finalizar un tema de conversación de forma natural, sin faltar al respeto a nadie.
  • Resolver problemas sencillos del día a día sin crear un conflicto mayor del necesario, manteniendo la situación bajo control.

¿Por qué no soy asertivo?


Como he dicho al principio, la sociedad nos enseña y nos pide que seamos comedidos, pero lo hace de tal manera que nos impide cuestionar la autoridad (sea legítima o no), por lo que acabamos aprendiendo que debemos reprimir nuestras ideas y sentimientos. Cada persona es un mundo y algunos reaccionan a este ambiente intentando imponer siempre su forma de pensar, mientras que otros reprimen esas emociones e intentan complacer a los demás siempre que les es posible. Existen varias opciones intermedias pero la realidad es que muy poca gente aprender a ser asertiva de forma natural.

Además de esta educación que muchos recibimos, otro factor relevante puede ser la autoestima y confianza en uno mismo. Y es que cuando uno no es asertivo y reprime sus emociones se acaba sintiendo menos importante que los demás, aunque sea de forma subconsciente, y esto a su vez hace que nos comportemos de forma menos asertiva. Efectivamente, es como la pescadilla que se muerde la cola, un círculo vicioso.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que ciertas personas cuenta con desventaja a la hora de poder actuar asertivamente, debido al rol que desempeñan en la sociedad. Cuando trabajamos para otros y sobre todo si nuestra situación económica es precaria, tenderemos a actuar con cautela, evitando molestar a quienes tienen cierto control sobre nuestro empleo. Otro caso es el rol que se les ha atribuido tradicionalmente a las mujeres en nuestro sociedad, atribuyéndoles mediante estereotipos la sumisión al varón, la obediencia. En base a esto se les educaba en dicha creencia, de modo que ellas lo acababan interiorizando y condicionaba su forma de ser. La otra cara de la moneda la recibían los hombres, a quienes se les instruía para ser duros y fríos, propiciando en ellos una conducta agresiva, que no asertiva.

Por supuesto, no todo tiene que ver con la educación recibida, sino también con nuestra forma de ser. Sencillamente hay gente que es, de forma natural, más agresiva o pasiva que otros, pero eso no quiere decir que no puedan cambiar y mejorar su conducta, así como su forma de expresar los sentimientos.

No obstante, no solo existen factores que nos condicionan para no ser asertivos durante toda la vida, sino también situacionalmente, esto es, en ciertos momentos de nuestra vida. El estrés y la ansiedad, por ejemplo, nos debilitan emocionalmente, haciéndonos más vulnerables y volátiles, o aveces mucho más pasivos de lo que seríamos normalmente. Paradójicamente, estos comportamientos tienden a hacernos sentir más ansiosos y no menos, por lo que el problema se va agravando.

Si queremos ser más asertivos, debemos combatir todos estos factores y romper con el ciclo de sufrimiento emocional.

¿Cómo puedo ser más asertivo?


Al igual que existen varios factores que nos impiden actuar asertivamente, existen otros tantos que nos facilitarán esta tarea, empezando por cambiar nuestra forma de pensar. Un tipo de pensamiento que merece la pena modificar, por ejemplo, es cuando se nos pide un favor que consideramos fuera de lugar pero aun así olvidamos nuestros propios derechos para poder cumplirlo. Incluso si nos negamos puede que luego nos sintamos mal, pero debemos hacer valer nuestros derechos.

Cambiar nuestro razonamiento interno ayuda a controlar las emociones, y si estamos calmados actuaremos con más tranquilidad, nos expresaremos más claramente y tomaremos mejores decisiones. Se trata pues de expresar nuestros sentimientos, teniendo en cuenta la forma en que se hace para no herir a nadie. Así, frases y pensamientos como "No debería haberle dicho que no a ese favor" o "¿Quién se ha creído para pedirme eso? ¿él?" pueden cambiarse por "Tengo derecho a negarle eso si cuando yo lo he pedido esta persona no me lo ha concedido".

Podríamos pensar ¿expresar mis sentimientos? Deberían resultar ya evidentes. Pero la realidad es que aunque para nosotros lo sean, no siempre lo serán para los demás. Nadie puede saber exactamente que le pasa a los demás por la cabeza y darlo por asumido provoca muchas malentendidos. Hay que tener en cuenta pues, que la gente no tiene porque saber lo que nos molesta o lo que esperamos que hagan, así que el tan manido argumento de "ya sabes lo que quiero/pienso" en realidad no suele servir de nada. Así pues el segundo paso para mantener una conducta asertiva es asegurarnos de que hemos expresado nuestras ideas y necesidades claramente.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que expresar nuestra forma de pensar no va a convencer automáticamente a los demás de que tenemos razón, o de que decimos la verdad. En todo caso nuestro objetivo debe ser otro, que nuestro interlocutor entienda nuestro punto de vista, dejar espacio para entender nosotros la opinión ajena y sobre todo que cada uno entienda en que se basa el otro.

Por supuesto, esas opiniones pueden resultar desagradables para la otra persona pero esto no debe ser óbice para decirlas. Además, aunque el punto de vista puede ser discutido hay una cosa que debes clarificar y que nadie te podrá negar, y esto es cómo te sientes al respecto de un asunto en concreto. Si te sientes triste o enfadado debes hacerlo saber y aunque tus razones pueden ser discutidas, no así el modo en que te hace sentir la situación. Eso sí, aunque hables de tus sentimientos no puedes dejar que estos dirijan la conversación. Expresa tu enfado, pero no hables gritando, expresa tu tristeza, pero no te dejes llevar por dicha emoción o probablemente acabarás diciendo o haciendo cosas de las que más adelante te arrepientas. Para evitar esto último puede ser útil marcarse unas metas antes de empezar el diálogo.

Aunque actúes asertivamente, un conflicto genera incomodidad, pero precisamente por esto hemos de asegurarnos de que este mal trago sirva de algo y no se quede solo en una disputa. Cuando mantenemos una discusión, al finalizar debe haberse mejorado la situación, haberse resuelto el conflicto, dejado claro los puntos de vista o logrado una meta. Aunque finalizar una discusión nos puede hacer sentir bien, no es una mejora a la situación previa y por tanto no debe ser un objetivo.

No se trata de alcanzar dichas metas a toda costa, pues hemos de escuchas las necesidades ajenas y adaptarnos, pero hay que dejar claro lo que queremos e intentar realmente lograrlo. Una buena forma de no perder el rumbo durante la conversación es plantearse a uno mismo que se quiere antes de abordar al otro. Por ejemplo, si sentimos que nuestra pareja no nos hace el caso que quisiéramos, podemos decírselo tal cual y empezar una discusión con un objetivo difuso, pero será más efectivo planteárnoslo antes y elegir si lo que queremos es que esté más tiempo con nosotros que con sus amistades, que cuando esté con nosotros nos presté más atención, o que hagamos juntos actividades que a ambos nos gustan pero a las cuales no les dedicamos suficiente tiempo. De esta forma, tendremos más claro qué queremos lograr y será más sencillo llegar a un acuerdo.

Sin embargo, no se trata solamente de tener una meta clara, sino también de saber transmitirla adecuadamente, pues de lo contrario para nuestro interlocutor no habría diferencia. Si tenemos claro lo que queremos, pero ante nuestro interlocutor solamente expresamos nuestro enfado, difícilmente logremos que esa persona entienda lo que queremos y nos lo conceda. Para comunicar al otro qué es lo que queremos, habremos de expresarnos con toda la claridad posible, siendo además lo más objetivos posibles respecto a la situación.

¡Ojo! Cuando digo ser objetivo me refiero a hablar dando más importancia a los hechos específicos que a nuestras valoraciones o juicios personales, pero eso no implica dejar de lado nuestros sentimientos. Cómo nos sentimos respecto a algo sigue siendo un hecho, sin embargo el motivo que nos ha hecho sentir así sí puede ser interpretado de varias formas según quién lo percibe. Esto se aplica también a las criticas que podamos verter sobre los demás, pues cuanto más objetivas sean más constructivas serán y más utilidad tendrán tanto para ti como para ellos. Por ejemplo, es más efectivo y útil decir "tu actitud me entristece, por ejemplo cuando me insultas" que "eres inaguantable". Expresamos lo que queremos sin ofender y dejando la puerta abierta al diálogo.


Como vemos, no se trata solamente de dejar claro lo que queremos, sino también de hacerlo diplomáticamente y añadiendo qué motiva esa petición. Esto último es especialmente importante ya que clarificar nuestras motivos le hará ver a nuestro interlocutor nuestro punto de vista, y aunque puede o no compartirlo, al menos sabrá que no se trata de un capricho o una rabieta. Además, cuando hablemos de nuestros puntos de vista y sentimientos, estaremos centrando la conversación en nosotros y no en el interlocutor. Hablar de uno mismo más que del otro ayuda a expresarnos sin que el otro se sienta atacado, pues sí percibe que le estamos acusando, aunque no sea nuestra intención, es probable que se pongan a la defensiva y bloqueen la comunicación. Siguiendo el ejemplo anterior y aunque pueda parecer que no hay mucha diferencia, en realidad es preferible decir "Últimamente me siento mal con el modo en que me hablas" en vez de "Desde hace un tiempo me estás tratando muy mal". El efecto de la primera frase es mucho más conciliador, aunque deja el mensaje igualmente claro.

Además, si te fijas verás que la primera frase deja más claras nuestras emociones, lo cual es otra ventaja, ya que como hemos dicho clarificar cómo se siente uno es vital para mostrarse asertivo, ya que nadie debería ser capaz de discutirte cómo te sientes en un momento dado, pues las emociones propias son de uno mismo y de nadie más. No obstante, los demás si pueden entender como nos sentimos una vez lo hayamos expuesto, ya que para eso existe la empatía. Todos estamos alguna vez tristes o enfadados y podemos reconocer dichas emociones cuando las vemos y compadecernos de quien las sufre.

Por otra parte, además de nuestros sentimientos es importante hacer ver a la otra persona las consecuencias negativas que consideremos que sus actos producen, a corto y a largo plazo. Aunque para nosotros sean evidentes, no siempre lo serán para los demás. Por tanto, es necesario desgranar esas consecuencias de forma que dicha explicación facilite que nuestro interlocutor comparta o al menos entienda nuestro punto de vista.

Un último aspecto que puede ayudarte a ser más asertivo, y que además suele ser el más ignorado, es el lenguaje corporal. La postura que adoptamos transmite un mensaje tan claro como lo que decimos hablando, así que mantener una postura que implique firmeza, no siendo excesivamente relajada ni agresiva, reafirmará la asertividad de nuestro mensaje. Por tanto, debemos evitar encogernos, manteniéndonos erguidos, calmados y sin mostrar nervios de ninguna clase.

Seguir todos estos consejos te ayudará a ser más asertivo y por tanto a afrontar tus conflictos con una mayor probabilidad de resolverlos. Alcanzaremos las metas que nos hemos impuesto o bien un punto intermedio que satisfaga a ambas partes, pero en todo caso lo que se debe pretender siempre es solucionar dichos conflictos. Para ello, recuerda aportar al diálogo posibles soluciones, ya que si solo emitimos quejas difícilmente lleguemos a alguna parte.

La verdad sea dicha, incluso conociendo cómo uno debe comportarse para obtener mejores resultados en sus relaciones, no siempre lo conseguiremos. Esto es debido en gran parte a que a veces nuestras emociones son tan intensas que es difícil no dejarse llevar por ellas, pero conocer cómo podemos actuar de forma asertiva y practicando este tipo de conducta siempre que podamos nos ayudará poco a poco a que nuestra forma de comunicar sea más eficiente. La práctica hace al maestro.

Practicando la asertividad


Como la mayoría de habilidades y competencias que podemos adquirir, la asertividad requiere practicarse para que sea algo natural en nuestra conducta y acabe por ser nuestro modo habitual de respuesta. Una buena forma de practicarla es empezar a usarla en situaciones con una conflictividad baja.

Me refiero a situaciones donde sucede algo que nos resulta desagradable pero que como nos ocurren cotidianamente no les damos importancia, y en las que además no tenemos una implicación emocional fuerte. Sería el caso, por ejemplo, de cuando en un restaurante tardan en servirnos, se olvidan o confunden con algún plato, o cuando alguien intenta colarse cuando estamos esperando nuestro turno en el supermercado o similar.


Si ya tienes suficiente confianza en ti mismo, quizás este paso no te sea necesario, pero si por el contrario te sientes inseguro ante situaciones de este estilo y/o las evitas siempre, empieza por aquí. Con ejemplos como el anterior, por ejemplo cuando el camarero nos trae un plato que no habíamos pedido, no dejes pasar la oportunidad de practicar y díselo. Si lo piensas, no hay ninguna razón para no hacerlo más allá de evitar el conflicto. Si nos decimos a nosotros mismos "en realidad me da igual" no deja de ser una excusa para no enfrentarnos.

Pero descuida, la asertividad no es solamente útil en las discusiones y enfrentamientos, sino también en situaciones más pacíficas. Tanto en las relaciones de pareja como dentro de un grupo de amigos, es habitual que alguien lleve la voz cantante y otros adopten actitudes más pasivas. Esto se traduce en que cuando hay que decidir que película se va a ver o a que restaurante entraremos, algunas personas (las menos asertivas) tiendan a responder "me da igual", llegando al punto que se acostumbran tanto a ello que no se dan cuenta de que en el fondo sí tenían una preferencia. En este tipo de situaciones también podemos practicar nuestra asertividad, analizando que opción preferimos y expresándolo, para luego argumentar el porqué si es necesario, sin tener esto que desembocar necesariamente en una discusión.

Tras esto, la idea es ir escalando la dificultad de las situaciones. Contextos algo más difíciles serían exigir que se cumplan nuestros derechos cuando en algún comercio o trámite burocrático creemos que no se nos trata como corresponde, o por ejemplo negarte a hacerle a alguien un favor cuando este no nos conviene, nos causa algún perjuicio o simplemente no queremos hacerlo por cualquier motivo (por ejemplo, considerar que dicha persona no merece tal confianza).

Puede darse el caso de que algunas personas se sientan contrariadas ante este cambio de actitud, pero has de recordar que si expresas tu opinión de forma asertiva (no agresiva), no estás siendo desconsiderado y depende de ellos entenderte. Si no deseas entrar en discusión, es mejor dejarlo claro en pocas palabras, sé directo y no hagas explicaciones dos veces si consideras que estas no son necesarias.

Finalmente pasaríamos a situaciones de carga emocional intensa, como discusiones con amigos o familiares. En estos momentos es cuando deberemos recurrir a todas las técnicas antes mencionadas, centrarnos en nuestro punto de vista y no tanto en las acciones ajenas, evita disculparte por expresar tus sentimientos y necesidades, pide las cosas con educación, controla tu lenguaje corporal, así como tu tono de voz, persiste si es necesario pero mantén la calma y no te dejes llevar por las emociones, sobre todo las negativas.

Cuando para ti la asertividad ya sea un hábito y actúes de este modo espontáneamente, empezarás a ver cambios. No siempre conseguirás lo que quieres, el mundo no funciona así, pero lograrás comunicarte mejor y eso te ayudará a alcanzar resultados más satisfactorios, a entender a los demás y a que los demás te entiendan mejor. Además, como dije al principio, tendrá un gran efecto en tu autoestima y confianza, por lo que independientemente de los resultados de cada actuación asertiva en concreto, en general siempre redundarán en un beneficio para ti, pues te otorgará un mayor control sobre tu vida.

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